Nos encontramos rumbo a París. Sí, a París. Nuestro vuelo a Hong Kong tenía conexión en Moscú. La nieve ha hecho que nuestro vuelo Atenas-Moscú se retrasara haciéndonos perder el segundo.
Pensábamos que íbamos a acabar como Tom Hanks en “La Terminal” pero al final se ha solucionado haciendo un cambio de vuelos. Primero Atenas-París y depués París-Hong Kong.

Dos segundos después de recibir el email con el cambio de planes ya estábamos echando de menos nuestras bicicletas.

La última cena

Antes de llegar a Atenas pernoctamos cerca de Pireos. Filippos, un anfitrión de Warmshowers, nos acogió durante una noche. A nosotros y a tres personas más: a una pareja de franceses y a una mujer australiana. La mujer australiana llevaba 15 años fuera de su país y había pasado los últimos siete viajando en bicicleta. Los franceses se acababan de jubilar y estaban en su séptimo mes de viaje (de un total de cuatro años). Aunque nuestro huésped fue más bien parte observadora, Filippos fue el detonante de una velada que fue el broche de oro de nuestro viaje, intercambiando historias y anécdotas sobre nuestras aventuras (no sin algún problema de comunicación debido al idioma).

Al día siguiente, mientras le echábamos una manos a los franceses a montar su equipaje (55 kg ella y 65 kg él), una sensación agridulce nos invadió. Habíamos conseguido llegar a Atenas, sí, pero eso significaba también el fin de una parte de esta aventura. El fin de nuestra independencia absoluta.

Bicis: Os echaremos de menos

Estos días en Atenas nos han servido para darnos cuenta de qué fallos hemos cometido. La bicicleta es un medio de transporte maravilloso pero también es psicológicamente duro: el mal tiempo, las subidas, el frío o el perderse, acaban haciendo mella. Hemos aprendido que no sólo las piernas deben descansar.

Cuatro días fueron suficientes para volver a cargar las baterías, para volver a tener ganas de pedalear. Sólo hay un pequeño problema: para hacer el viaje que queremos en bicicleta necesitaríamos también cuatro años. El segundo problema es que nuestras bicicletas se encuentran ahora mismo rumbo a Austria.

Estos días también nos han servido para darnos cuenta de las muchas horas que tiene el día. Cuando estás encima de la bici tu jornada se reduce a desayunar, recoger la tienda, pedalear, montar la tienda y dormir. Mientras estás sentado en el sillín… nada de leer, nada de escribir.

Nuestra aventura en bicicleta no será la última (¡Ahora que ya tenemos todo el material!). Hasta entonces…