Llegar a casa y tener la mesa puesta es siempre un lujo, más aún si lo que te espera es «comida de madre». Con esa imagen en la cabeza arrancábamos la última etapa de las montañas austríacas hacia casa de Nora, donde nos esperaban sus padres y dos días de descanso.
El cuentakilómetros avanzaba solo y, aunque hubo un repecho traicionero que nos recordó en qué país estábamos, llegamos a casa de Nora justo a la hora de comer. Comida, bebida, comida y bebida. Esa fue la tónica durante dos días. Como además coincidía el cumpleaños de mi suegro, hubo acumulación de pasteles. Ten, un trozo más, que necesitáis energía 🙂
Después del merecido descanso, el lunes empezó la semana para todos. Hicimos las maletas y volvimos a la carretera. La mitad de la etapa estuvo entretenida porque nos acompañó Bettina, una amiga de Nora, y su hermana. Lo que parecía una etapa de transición hasta la frontera eslovena se acabó complicando. Repechos, desvíos y mal tiempo. Bettina y su hermana nos dijeron adiós después de 60 kilómetros, cuando la lluvia empezó a apretar.
Nosotros nos enfundamos los chubasqueros con resignación, con las palabras de Maria (nuestra anfitriona en Kuchl, Salzburgo) en la cabeza: Con sol y buen tiempo pedalea cualquiera.
Nuestro próximo destino era Bad Radkersburg, donde teníamos confirmado un hospedaje a través de Couchsurfing. Empezábamos a dudar de si podíamos hacer los otros 40 kilómetros que teníamos por delante. Junto con el cansancio, una sensación de desgana general hizo acto de presencia. Esa de la que todo el mundo que ha hecho un viaje como este habla.
El tiempo no mejoraba y, de repente, un cartel de «habitación disponible» nos hizo mirarnos y decidir dar lar jornada por finalizada. Cinco minutos después empezaba a diluviar.
En casa de dos artistas
Nuestros anfitriones esta vez fueron una pareja de artistas jubilados que habían decorado un apartamento para huéspedes de la forma más pintoresca: pinturas, murales, esculturas… Al día siguiente durante el desayuno descubrimos que, a parte de a la pintura y la escultura, se dedicaban al diseño de ropa para niños.
Ahora sí, arrancamos de nuevo con la intención de cruzar la frontera y llegar hasta la casa de nuestro próximo anfitrión de Warmshowers. Una última compra en el supermercado y «Auf wiedersehen, Austria!». Teníais que haber visto la cara de Nora durante los primeros kilómetros por carreteras eslovenas: sin rastro de carril bici y con un asfalto bastante mejorable…
Peter, nuestro anfitrión en Eslovenia
A 15 kilómetros en dirección Maribor nos esperaba Peter en una casa enorme. Peter es un ciclista de bicicleta reclinada que ha recorrido gran parte de Europa con su bicicleta y su trailer. Nos estuvo enseñando álbumes de fotos de sus aventuras y nos explicó algunas anécdotas. Entre ellas, las multiples veces que ha acabado durmiendo en un cementerio: techo, agua, lavabos… ¡Son todo ventajas! Ahora, cada vez que pasamos por un cementerio, no puedo dejar de pensar en que quizás es la mejor opción que tenemos para pasar la noche.
Al día siguiente dejamos la casa los tres a la vez. Peter se marchó al trabajo y nosotros rumbo a Ptuj. En Ptuj brillaba el sol, así que decidimos buscar una habitación y hacer un poco de turismo.
Como los hoteles eran caretes, seguimos pedaleando mientras buscábamos dónde dormir. Dimos a parar con Jan, un hombre con sombrero de cowboy, gafas de sol y un acento americano falseado que alquilaba habitaciones. 30€ con desayuno e Internet. We have a deal!
La casa de Jan estaba a medio paso entre la casa de la pradera y la matanza de Texas, pero las sábanas estaban limpias y el agua caliente tenía buena presión. ¿Quién necesita más?

El comedor de casa de Jan
Después de una breve pausa en Ptuj (que realmente merece una visita. Podéis ver fotos aquí), seguimos rumbo a Croacia. Nuestro camino discurría junto a la frontera. Una frontera completamente vallada. Con su alambre de espino reglamentario. Bienvenidos a Europa.
Teníamos pensado acampar en algún lugar medio escondido y al día siguiente cruzar a Croacia, pero lo cierto es que nuestro camino acabó en el paso fronterizo. Como ya estábamos ahí, pasamos al país vecino y, ahora sí, buscamos un sitio donde dormir. Mi apuesta fue un polideportivo abandonado pero como me faltó el apoyo del 50% del equipo, acabamos acampando donde dijo Nora, junto al río. Tampoco estuvo mal.
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