Saludos desde el parque nacional de los lagos de Plivice.

Después de visitar Zagreb durante un par de días, el pasado domingo retomamos la carretera para dirigirnos rumbo al sur. Aunque el parque no está demasiado lejos de la capital, la zona se encuentra a 1200m de altura, por lo que calculamos unas tres etapas hasta llegar a los lagos.

La primera noche pudimos acampar sin demasiados problemas. La siguiente parada era Slunj, un pueblo a unos 26 km de la entrada del parque. En Slunj habíamos contactado con un anfitrión a través de Warmshowers.

La etapa hasta Slunj fue tranquila y recorrimos más de 50 km sin cruzarnos apenas con nadie. El ambiente lúgubre y la sucesión de casas abandonadas empezaban a mosquearnos. Más tarde descubrimos que estuvimos ciclando por la que fue la primera línea de defensa croata durante la guerra de Bosnia.

(Pequeño flashback histórico: a principio de los 90 la antigua Yugoslavia colapsa y tanto Bosnia y Herzegovina como Croacia deciden hacer uso de su derecho de secesión. Serbia utiliza el ejército yugoslavo para invadir la región y tratar de evitar la independencia de estas dos repúblicas. La guerra deja detrás cerca de 100.000 muertes, de las cuales un tercio fueron civiles.)

Una vez en Slunj, el ir y venir de soldados volvió a despertar nuestra curiosidad hasta que descubrimos que en esta zona se encuentra la base militar más grande de Europa, después de Ramstein en Alemania.

Viajar como terapia

Llegamos a la dirección de nuestro anfitrión (que incluso nos había dejado la llave debajo del felpudo sin conocernos de nada) y descubrimos a Frane, un tiarrón de dos metros de alto que nos dejó con la boca abierta durante todo el tiempo que pasamos en su casa.

Para poneros en situación: el tipo no ha tenido mucha suerte en la vida. A los 18 años estuvo luchando en una guerra y, por si eso fuera poco, ha pasado por un cáncer y ha estado en la más absoluta miseria familiar y financiera. Pues bien, con estos antecedentes, lejos de hundirse o saltar a las vías del tren, Frane ha decidido que cuando consiga su jubilación va a dar la vuelta al mundo en bicicleta.

En los últimos años ha empezado a hospedar a viajeros a través de Couchsurfing y Warmshowers mientras prepara su vuelta al mundo. Unos 300 viajeros han pasado ya por su casa. ¡Y aún le quedan tres o cuatro años para empezar su aventura!

Su nivel de hospitalidad merece un párrafo extra: cocinó para nosotros (menú de tres platos), se ofreció a lavarnos la ropa y acabamos durmiendo en su cama. Él se fue al sofá.

Mientras disfrutábamos de nuestro anfitrión (estuvimos hablando hasta la una de la mañana), Nora y yo empezamos a sentirnos mal con nosotros mismos. ¿Cómo alguien como Frane es capaz de ofrecer todo lo que tiene y más, y nosotros, que hemos vivido en la abundancia (abundancia comedida: mi padre es taxista y la madre de Nora hace encuestas) desde que nacimos, apenas hacemos nada por nuestro prójimo? Hemos nacido en países del primer mundo (bueno, España está ahí ahí…), tenemos salud, hemos podido ir a la universidad, en nuestro entorno familiar no nos falta nadie y, aún así, ha habido días en los que nos hemos sentido desdichados.

Frane ha sido un martillazo en nuestra frente a todos los niveles. Y espero que este sea sólo uno de los muchos que han de llegar.

Gracias de nuevo, Frane.