Tras visitar Sagada y Banaue pusimos rumbo a la playa con los músculos aún resentidos. Nos apetecía disfrutar de la playa, de hacer el vago un par de días.

Estando en mitad de La Cordillera, las rutas de escape más rápidas eran Vigan al oeste y Tuguegarao al este. Nos decidimos por la segunda ya que para llegar a Vigan teníamos que pasar de nuevo por Baguio. Y en la medida de lo posible queríamos evitar el poner el pie de nuevo en esta ciudad.

Baguio, qué lástima pero… adiós

A Baguio llegamos después de visitar Manila. No sabíamos lo que nos esperaba. Su eslogan es “La capital de las Filipinas durante el verano” por lo que teníamos curiosidad por descubrir si, tal y como decía nuestra Lonely Planet, era también donde mejor se come de todo el archipiélago.

Un tráfico horrible, un continuo olor a fritanga y una sobredosis de azúcar. Ese podría ser el eslógan real de esta ciudad.
El lugar donde mejor se come resultó ser la capital mundial de la comida rápida. No exagero. En una avenida cualquiera, si te parabas en la puerta de cualquier filial de Jollibee (la cadena nacional de comida rápida por excelencia), podías ya vislumbrar la siguiente. Jollibee, McDonald’s, KFC, Pizzahut, otro Jollibee. Todos abarrotados.

Pese a que intentamos comer de forma saludable, fue imposible evitar el azúcar. Si pedías un café, venía by default con tres cucharadas dentro. Si pedías un sandwich vegetal, venía acompañado por una salsa que era glucosa pura. Al borde de la diabetes.
La última noche pasamos media hora dentro del supermercado leyendo las etiquetas de los productos. Nuestra dieta se redujo a crackers, cacahuetes y té.

Rumbo a Pagudpud

Decidimos, por lo tanto, pasar por Tuguegarao, hacer noche y desde ahí coger el autobús rumbo al norte. Primero deshicimos el trayecto de Sagada hasta Bontoc y en Bontoc tomamos el bus a Tabuk. Este segundo bus fue de película. Sin aire acondicionado, el autobus repleto hasta arriba (literalmente, había gente sentada en el techo). Tardamos unas cinco horas en recorrer los 180 km que separan Bontoc de Tabuk. Una odisea.
En Tabuk cogimos una furgoneta para hacer el trayecto de hora y media hasta Tuguegarao.

Nuestro bus a Tabuk: pequeños grandes lujos.

Nuestro bus a Tabuk: pequeños grandes lujos.

Al fin la playa

«Aquí, esta es la vuestra”, gritó el conductor.

Nora y yo nos miramos, miramos por la ventana y no vimos más que una carretera desierta. El autobús de Tuguegarao nos dejó en medio de la nada, donde un grupo de conductores de triciclos hacían cola para repartirse a los pasajeros del autobús:

– Al Homestay Henry
– ¿Queréis alojaros cerca de la playa?
– No, al Homestay Henry

Había leído que los taxistas van a comisión de los resorts (todos ubicados en primera línea de playa), donde una noche cuesta unos 2000 pesos. Nosotros preferimos alojarnos en un Homestay a cinco minutos de la playa. Negociando un poco conseguimos una habitación por tres noches por esos mismos 2000 pesos.

En Pagudpud recobramos la fe en las Filipinas. Apenas tráfico, una playa para nosotros solos, pescado fresco cada noche…

Saud Beach y Blue Lagoon

Pagudpud no dispone de playa. Para acceder al mar hay que ir a Saud Beach o a Blue Lagoon.

El trayecto hasta Blue Lagoon (ida y vuelta) cuesta 600 pesos. Como era temporada baja, conseguimos una rebaja y nos llevaron y trajeron por 500.

Blue Lagoon vs. Saud Beach

Blue Lagoon es bonito, sí. Pero también está muy masificado. La gran mayoría de turistas filipinos estaban allí. Nos alegramos mucho de tener nuestro Homestay en Saud Beach. Una playa mucho más tranquila, donde puedes poner tu toalla debajo de cualquier palmera sin tener que alquilar una caseta.

No money, no fun

Los pesos empezaron a escasear. Antes de ir a la zona de montaña habíamos sacado todo el efectivo que pensábamos íbamos a necesitar. Como ahora estábamos en una zona turística, dedujimos que habría cajeros por doquier. Error. Los dos únicos cajeros que hay en el pueblo sólo aceptan tarjetas filipinas. La siguiente ciudad está a unas dos horas en autobús.
Buscamos en nuestro equipaje y encontramos 70 €: el regalo de reyes adelantados que nos envió mi abuela a Atenas. Pudimos cambiar los euros por pesos y así ahorrarnos cuatro horas de ida y vuelta a la siguiente ciudad. La iaia al rescate.

El cuarto día amaneció nublado. El tifón Nina trajo viento y lluvia. Nosotros nos despedimos de Pagudpud y pusimos rumbo Vigan: nuestra última parada antes de volver a Manila y donde íbamos a pasar las Navidades. Unas Navidades a base de plátanos y crackers, yendo y viniendo del baño. Pero esa es otra historia…