Cuando compramos los vuelos a Taipéi no teníamos mucha idea sobre Taiwán: nos encontrábamos en Can Tho (en el delta del Mekong) y teníamos ganas de aventura. Nuestro plan original era viajar a Camboya y Laos durante tres semanas, pero tras un par de búsquedas en Google Flight acabamos con dos vuelos sobre la mesa: Taipéi y Seúl.

Un vistazo a la Lonely Planet y descubrimos que Taiwán está repleto de montañas, y bueno… la cabra siempre tira al monte. Y en este tándem mochilero tenemos a una cabra made in Austria.Tres días después estábamos embarcando en un vuelo Saigón (que es como la gente guay llama a Ciudad Ho Chi Minh) – Taipéi. Aterrizamos en Taipéi y fuimos derechos a nuestro hotel cápsula, donde empezamos a hacer las gestiones para conseguir los permisos para poder hacer senderismo.

No permit, no fun

Aunque Taiwán es un país principalmente montañoso, la práctica de senderismo está envuelta de burocracia. Nosotros estamos acostumbrados a vivir en Múnich, donde el único protocolo para pasear por el monte es llevar algo de dinero para poderte tomar una cerveza bien fría en una cabaña en lo alto de los Alpes.

A los taiwaneses les gusta la montaña, sí, pero también les gusta adornar sus aventuras con un halo épico que quizás no es necesario. Antes de poder hacer cualquier ruta tienes que solicitar un permiso por adelantado al parque nacional y otro en la comisaría local del pueblo en cuestión. En los permisos, además de especificar la ruta exacta que quieres completar, tienes que indicar cuántas personas forman el equipo, quién es tu contacto de emergencia (este puede ser tu padre en España) y otra persona responsable en Taiwán. El hecho de que las páginas webs estén en chino le da el extra de emoción al asunto.

Los ultrahikers taiwaneses

Una vez en la montaña, si miras un poco alrededor, te das cuenta de que algo no acaba de encajar. Nora y yo nos sentíamos un poco fuera de lugar con nuestros pantalones de montaña, nuestro forro polar del Decathlon (sí, lo primero que hicimos al llegar a Taiwán fue visitar un Decathlon. Home, sweet home…), y nuestras zapatillas de trail running. El montañista medio taiwanés es una especie de Action Man al que podrías teletransportar al Himalaya y no le faltaría ni un ítem para sobrevivir sin despeinarse. El equipamiento básico incluye: walkie-talkie, reloj GPS, botas de alpinismo, polainas (sí, polainas en mayo y sin nieve), chaqueta Gore-Tex y una mochila de al menos 60 litros.

A quien madruga, Heinrich Harrer le ayuda

El siguiente choque cultural ocurrió mientras, al atardecer, charlábamos con otros senderistas sobre la ruta del día siguiente:

  • Senderista: ¿A qué hora vais a empezar?
  • Nosotros: Mmmm, no sé, a las 7 o las 8. No tenemos prisa…
  • Senderista: La gente suele empezar a las 3, pero yo empezaré a las 4.
  • Nosotros: [Cara de WTF]
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El guarda y un traductor espontáneo examinando nuestro permiso

Al principio pensábamos que no nos habíamos entendido bien pero cuando a las 3 de la mañana empezaron a sonar las alarmas las dudas se despejaron.
La noche en la cabaña fue peor que la conexión que tuvimos en un aeropuerto de Arabia Saudita (sin espoilear esa historia, los ingredientes principales son: árabes y rezo non-stop). La noche entera fue un ir y venir de gente. El último grupo llegó al refugio a las 12 de la noche. Ese mismo grupo se estaba despertando de nuevo a las 3 para “empezar” el día. En serio, una locura.

Refugio de montaña patrocinado por colchones "Lo Monaco"

Refugio de montaña patrocinado por colchones «Lo Monaco»

A pesar de las anécdotas, hemos disfrutado un montón de la montaña y del frío. Mientras apuramos los últimos días en Taipéi no podemos dejar de esbozar una sonrisa al recordar estas aventuras. Taiwán nos ha sorprendido como pocos países lo han hecho. Quizás el truco ha sido haber llegado sin referencias y con muchas ganas de explorar.